La belleza de un mal diseño

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La diferencia entre arte y diseño fluctúa como las olas en el mar, en ocasiones la marea no nos deja ver esa delgada línea que separa ambas “disciplinas” pero eso en ningún caso significa que no esté ahí. Desafortunadamente el “mal diseño” abunda y con justa razón. Le dedicamos poco tiempo a la introspección visual y sensorial. El trabajo dedicado, arduo, sesudo y extenuante de los detalles, del lograr ese tenue balance entre funcionalidad y estética se acorta y lo entendemos perfectamente, diseñar bien no es fácil y no es un objetivo que muchos deseen lograr.

Sin embargo, el diseño mediocre nos brinda un regalo aún más grande. La ejemplificación de la ruta. El diseño, caótico, paupérrimo, mediocre y egoísta (sí, esa palabra final es completamente pertinente), nos ofrece la oportunidad perfecta para contrarrestar nuestra misión. El mal diseño expone los principios (irónicamente) de lo que el buen diseño busca.

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Nosotros somos unos insistentes peregrinos del diseño gráfico y trabajamos cargando su estandarte en nuestro pequeño gran estudio. Sin embargo, estas líneas se aplican a todo tipo de área, desde el estimulante diseño industrial, hasta el diseño de modas e incluso, el diseño genético. El equilibrio y la belleza de una función es clave para lograr un desempeño limpio y permanente.

Pero no se dejen engañar, esta extensa introducción no se enfoca en la parafernalia filosófica de conseguir un objetivo que parece inexistente, muy por el contrario, el buen diseño nace y yace en lo más simple del día a día. Este ejemplo no podría estar mejor expuesto que en el libro The Design of Everyday Things del autor Don Norman, obra de donde nació la expresión y posterior tendencia llamada, “diseño centrado en el usuario” o user-centered design.

Dando un salto mucho más inesperado, nuestra atención aterriza en el libro The Catalogue of Extraordinary Objects.

Un catálogo ilustrado de producto con un diseño tan ridículo que cae en lo ilógico pero que precisamente nos empuja a ser críticos frente a todas aquellas cosas que sin llegar a ser tan evidentes como sus contrapartes plasmadas en el libro, se alejan de todo objetivo funcional y nuevamente, la función es el objetivo por el cual el diseño surge como una necesidad y su viabilidad no debe ser sólo restringida al aspecto más visible. Una tetera de “papel” por más bella que sea nunca nos servirá.

Nosotros somos unos insistentes peregrinos del diseño gráfico y trabajamos cargando su estandarte en nuestro pequeño gran estudio. Sin embargo, estas líneas se aplican a todo tipo de área, desde el estimulante diseño industrial, hasta el diseño de modas e incluso, el diseño genético. El equilibrio y la belleza de una función es clave para lograr un desempeño limpio y permanente.

Pero no se dejen engañar, esta extensa introducción no se enfoca en la parafernalia filosófica de conseguir un objetivo que parece inexistente, muy por el contrario, el buen diseño nace y yace en lo más simple del día a día. Este ejemplo no podría estar mejor expuesto que en el libro The Design of Everyday Things del autor Don Norman, obra de donde nació la expresión y posterior tendencia llamada, “diseño centrado en el usuario” o user-centered design.

Dando un salto mucho más inesperado, nuestra atención aterriza en el libro The Catalogue of Extraordinary Objects.

Un catálogo ilustrado de producto con un diseño tan ridículo que cae en lo ilógico pero que precisamente nos empuja a ser críticos frente a todas aquellas cosas que sin llegar a ser tan evidentes como sus contrapartes plasmadas en el libro, se alejan de todo objetivo funcional y nuevamente, la función es el objetivo por el cual el diseño surge como una necesidad y su viabilidad no debe ser sólo restringida al aspecto más visible. Una tetera de “papel” por más bella que sea nunca nos servirá.

Gianfranco Peña

Brand Strategist and Consultant.

https://mindfieldperu.com
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